Mondays with Maria

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Cien Velas De Cumpleaños Y Un Sin Fin De Recuerdos

Este Viernes, 8 de marzo mi abuela materna, Maria Luisa hubiera cumplido 100 años de vida.  Aunque ella ya no esta con nosotros en este mundo fisico, no hay un día que no piense en ella.  Frecuentemente hablo de mi abuela al referirme a personas que han logrado grandes cosas en la vida y vencido obstáculos.  Una mujer de gran carácter en cada sentido de la palabra.  Mi abuela enviudó a la joven edad de 41 años, sacando adelante a seis hijos.  Mi abuelo murió a la edad de 44 años después de haber dianosticado por un cáncer terminal el cual sobrevivió solo cuatro meses.  La hija mayor tenia 19 años y el más chico de sus hijos tenía solo 3 años.  Mi abuela me contaba que uno de los retos más grandes después de que mi abuelo falleciera, era cuando su hijo menor, mi tío Juan José, al que mi abuelo dormía en la poltrona de la casa todas las noches, le preguntaba cuando regresaría su papá para acurrucarlo y dormirlo.  Difícil situación de enfrentar, encima de toda la demás incertidumbre que ahora rodeaba la vida de mi abuela.

Mi abuela enfrentó grandes retos en su vida, pero nada la detuvo, para ir tras sus sueños.  Se convirtió en la primera Regidora mujer del Ayuntamiento.  Después en Directora de los comedores escolares del estado.  Junto a mi tia, abrió un restaurante vegetariano, el cual tuvo un gran éxito en sus tiempos.  Fue maestra de taquigrafia en inglés y español, correspondencia y documentación. 

Ella también hacía pasteles para bodas y quinceañeras, desde la elaboración de flores y muñequitos que decoraban el pastel.  Ella hizo todos los pasteles de cumpleaños de sus hijos, y mi mamá platica que le hizo un pastel precioso de Quinceaños a su hermana mayor, Ana Luisa.

Mi abuela fué una gran activista y luchadora incansable por causas de justicia social.  ¡Una mujer de gran fé!  Elegante hasta el final.  Sus zapatos y sus bolsas siempre coordinaban y nunca la vimos sin un peinado de fiesta y maquilada.  Siempre con su pintura labial roja y sus uñas del mismo color.  La lista pudiera continuar.  Mi abuela siempre nos animoó a ir tras nuestros sueños, aun cuando más imposibles parecieran.  Ella decía “Si lo puedes soñar, lo puedes hacer.”  Era simplemente única.

Anoche estuve platicando con mi mamá por teléfono y recordando momentos especiales en la vida de mi abuela.  Con cada recuerdo que mi mamá me platicaba, se me salía una lágrima más.  Casi podía sentir la suavedad de sus manos, y su voz con cada recuerdo que mi mamá compartía.

Me mamá compartió conmigo que lo que más admiraba de mi abuela, su mama, fué su tenacidad, la manera en que se proponía metas y todos los actos de caridad que hizo durante su vida.  Interesamente, esos son los mismos dones y virtudes que yo admiré siempre en mi abuela.

Yo siempre fuí muy unida con mi abuela, creo que porque ella vivió con nosotros por un tiempo, así que tuve la fortuna de ser testigo del sin fin de ayuda altruista que brindó a un gran número de personas que necesitaban ayuda.  Ella a veces pasaba por mí en su carro Ford Fairmont verde y me decía “¿me quieres acompañar a dar unas vueltas?  Podemos pasar a comer después.”  Ella sabía cual era mi lado débil. 😉 

Las dos nos íbamos a la calle y hacer mandados y mi abuela pasada por el supermercado y compraba un sin fín de proviciones.  Después del supermercado, ella manejaba a barrios que yo no conocía y cuando llegaba a alguna casa en particular me decía “ahorita regreso.”  Ella bajaba cargando todas esas bolsas de comida, y las dejaba en casas de familias que estaban pasando por alguna crisis económica.  Después de dejar esa comida en las casas, nos íbamos y nunca lo volvía a mencionar, ni le platicaba a nadie lo que había hecho.  Era excepcional. 

Recuerdo una vez que íbamos en su carro a una juguería, era el mediodía y hacía un calor infernal.  Mi abuela al pasar por una parada de camión, se percato de una ancianita que esperaba el camión con todas sus bolsas de mandado.  Mi abuela, inmediatamente dió una Vuelta en U, se paró frente a la parade del camión y le ofreció a esta señora anciana llevarla a su casa.  Yo inmediatamente me pasé a la parte de atrás para que esta señora se pudiera sentar enfrente con mi abuela.  Durante el camino, mi abuela le hacía plática y yo sabía que no era solo una plática común y corriente, creo que ella estaba también tratando de evaluar su situación para ver si podría ayudarla en un futuro.  No tengo duda alguna, que mi abuela algún día regresó a la casa de esa señora con algún tipo de ayuda.

Entre todas las historias y recuerdos que mi mamá me platicó ayer, dos me cautivaron más.  Me platicó que en una ocasión una señora que sufría de tuberculosis se acercó a mi abuela a perdirle ayuda.  Le dijo que ella no tenía seguro médico, ni tampoco recursos financieros para atenderse.  Mi abuela inmediatamente empezó a contactar gente y hizo arreglos para que visitara a uno de los mejores neumólogos de la ciudad.  Eso no fué todo, la señora fué internada y atendida hasta que se curó totalmente.  Mi mamá platica que esta señora de nombre Nieves, siempre estuvo muy agradecida con mi abuela por la ayuda que le brindó. 

En otra ocasión, conoció a un señor mayor indigente que pedía limosna cerca de la casa de su hermana, mi tía abuela Ita.  Mi mamá platica que mi abuela contactó al asilo de ancianos para que le dieran ayuda y albergue a este ancianito.  El asilo de ancianos brindó ayuda inmediatamente, lo hacearon, le dieron comida y lo albergaron hasta que falleció más adelante. 

¡Mi abuela también era una persona super divertida!  Ella siempre coordinaba viajes al campo con todas las familias, sus hijos, nietos, y cualquier persona que quisiera acompañarnos.  Lllevaba a los nietos al circo, al rodeo, a comer, y una vez hasta nos llevó en avión a la Ciudad de México al cumpleaños de mi primo Carlos Armando.  En esa ocasión hasta salimos en el periódico.  Mi abuela, todos los primos enseguida de sus maletas, ya listo a emprender camino.  ¡Increíbles recuerdos! Siempre me sentí muy orgullosa de ser su nieta.

Podría contar un sin fín de historias más.  Mi abuela vivió una vida de servicio al prójimo, una vida de fé y también de alegría.  Su jornada de vida no siempre fué fácil, de hecho, creo que tuvo más dificultades y mometos de tristeza que momentos sin obstáculos, pero nunca si la hubieran conocido en persona, nunca lo pudieran haber sabido.

Ella mantenía sus actos de caridad privados, y sólo compartía con nosotros su amor, dedicación y tenacidad.

Abuela, podrás haber partido del mundo físico, pero aún siento tu presencia, tu escencia, la suavidez de su piel, y tus palabras de aliento como si fuera ayer.  Veo tu sonrisa al escribir estas palabras y al derramar lágrimas por tu ausencia y escucho decirte “no llores, sécate esas lágrimas, aquí estoy contio, nunca te he dejado sola y nuncá te dejaré.”

¡Feliz cumpleaños número 100, abuela!  Gracias por las lecciones de vida, y por todo el amor que me brindaste durante los años que tuve la dicha de caminar lado a lado contigo.

Siempre tendrás un lugar muy especial en mi corazón. ❤